Decía Forrest Gump que no sabía si cada uno tenemos un destino o flotamos aleatoriamente en la brisa, o ambas cosas a la vez. Sea como fuere, lo cierto es que nuestras decisiones tienen consecuencias.A veces malas y muchas veces buenas. Después de casi una década preparando este momento, acabo de tomar una decisión, para unos drástica, para otros lógica, para unos cuantos merecida: cierro una larga etapa profesional dedicada a las políticas públicas y paso a concentrar mi vida en torno a la fotografía. Si, la fotografía.Desde que con siete años me tocó en un concurso de televisión una cámara Kodak fiesta (que aún conservo en perfecto estado de funcionamiento), me enamoré de la fotografía.A lo mejor deslumbrado por la vida bohemia que llevaban los fotógrafos en aquellos días, rodeados de guapísimas modelos, viajando a sitios insospechados y divirtiéndose en el club Studio 54 de Nueva York. Pero poco a poco pasé de ver a fotógrafos a ver sus fotografías. Soñaba con que algún día yo haría esas fotos. Bueno, todavía sigo soñandolo…Con unos ahorros pasé de la Kodak a una réflex rusa y luego a una japonesa. Sacaba a la familia e intentaba experimentar con menos que más éxito, tengo que reconocer. Y seguí haciendo fotos y leyendo libros y revistas donde exponían los grandes y los autores del momento.🔹A finales de los 80 y comienzos de los 90 logré temporalmente aunar mi pasión por el buceo y la fotografía y me sumergí, literal y figuradamente, en el mundo de la foto submarina, donde conseguí mi primer reconocimiento al ganar un año el primer premio del concurso de Madrid (que ya sé que no tiene mar) y clasificarme para el campeonato nacional. También quedé el primero en otros concursos que me permitió entonces ir ampliando mi material subacuático.
Luego la vida llegó como un tren de alta velocidad y la falta de tiempo se tradujo en una menor atención a mis tomas fotográficas, aunque nunca dejé de hacer fotos, seguir educándome visualmente y, para dolor de mi cartera, cambiar y modernizar mis equipos.Y así habría seguido en la intermitencia si hace algo más de una década no me hubiera propuesto poder llegar a ser un fotógrafo profesional, eso que en España se entiende como aquel que se gana la vida con sus fotos, sean malas, buenos geniales o irrelevantes.🔹Para eso, primero me propuse contar con una educación formal que diera coherencia y profundidad a lo que ya sabía y me abriera los ojos a lo que desconocía. Y dediqué dos años a obtener el grado de Fotógrafo Profesional del New York Institute of Photography, ya que mis viajes me lo permitían.
🔹Después me propuse que ese título fuese reconocido laboralmente y para ello el camino era ser miembro del gremio de fotógrafos profesionales de los Estados Unidos, la Professional Photographers of America, y pasar sus pruebas teóricas y prácticas para ser certificado por ellos como profesional.No lo logré a la primera, pero si a la segunda, en Atlanta, donde está su sede. Y el año pasado pasé la evaluación para ser recertificado. Y, mientras, intentaba hacer más y más fotografías. Aprovechando viajes de trabajo, planificando mis vacaciones, asistiendo a talleres.
En ocasiones pidiendo simplemente colaborar con algún fotógrafo del que quería aprender alguna técnica específica. Ser miembro de un club y, sobre todo, del Aula de Fotografía de la Universidad de Alcalá de Henares, me ayudó mucho a no despistarme por el camino. También he aprendido sobre el negocio, el mercado y el estado actual, tan convulso, de la fotografía profesional, pues es lo que me tiene que dar de comer a partir de ahora.No sé si lo que hago le gusta a mucha o poca gente, pero ya empieza a gustarme a mí, algo que creo que es clave.
No sé si es tarde en mi vida, pero como es la única que tengo en este mundo, ha llegado el momento de ponerme en serio a ello.
Cierro una larga etapa profesional, pero abro la puerta a lo que espero sean unos años de satisfacción y éxito. Puede que para muchos sea una sorpresa, pero no es una locura. Confío en que se me entienda.