No hay insulto peor para un fotógrafo que escuchar de una de sus fotos que “es muy bonita”. Puede parecer ingrato, pero para el autor, su foto es buena o buenísima o es mala. Y si es mala, mejor ni hablar de ella.
Poner mucha carne en el asador al hacer una foto no quiere decir que sea buena
Imaginemos, por ejemplo, que aspiramos a sacar un amanecer -o puesta del sol- espectacular y que para ello caminamos por senderos difíciles unas cuantas horas hasta llegar a la localización elegida.
Nos hemos levantado a medianoche para llegar antes del momento apropiado; hemos cargado durante toda la caminata con el equipo; esperamos al mejor momento y vuelta a deshacer lo andado.
El esfuerzo que hemos invertido en la imagen nos llevará a pensar que el resultado es bueno, que ha merecido la pena. Y, sin embargo, un espectador, ignorante de la energía y tiempo que nos ha llevado, libre de nuestra carga emocional, puede que vea un amanecer más, una foto mediocre, del montón.
No olvidemos, además, que en Google hay, en estos momentos, casi 2 mil millones de fotos del sol naciente.
🎞️Las escuelas convencionales para juzgar una fotografía
Distinguir objetivamente qué es una buena foto de entre todas las que hacemos es, por tanto, una tarea esencial. ¿Pero cómo saber qué es una buena foto?
👉Hay dos maneras de enfocar el asunto y ambas están muy en boga y, aunque aparentemente contradictorias, conviven muy bien una junto a la otra:
🔹La primera, es la valoración técnica. Normalmente se suele enseñar que las fotos deben estar bien nítidas, que los ojos de las personas o animales tienen que tener el máximo foco, que las altas luces y las sombras conserven algo de detalles, es decir, que el rengo tonal de la imagen sea lo más amplio posible sin quemarla o subexponerla, que se respete algunas de las reglas de la composición, que los horizontes no estén caídos, que los colores empleados sean harmónicos… en fin, hay muchos elementos con los que poder enjuiciar técnicamente una imagen.
En cierta medida, todo se reduce al dominio de ese triángulo mágico que es la sensibilidad o ISO, la velocidad de obturación y la apertura del diafragma. A lo que los más puntillosos añaden la calidad de la óptica y los más artísticos, la teoría del color.
🔹La segunda es una visión subjetiva: no habría ni buenas ni malas fotos per se, sino lo que cuenta es la mente del fotógrafo. Es decir, una foto claramente movida puede ser muy buena si lo que su autor pretende es mostrarnos el dinamismo de la acción.
Una imagen puede estar dominada por las sombras y muy subexpuesta si el fotógrafo primó al hacerla una atmósfera sombría o el contraste de la noche o un lugar tenebroso. Para mí, quizá no haya mejor ejemplo que las imágenes que creó Ernst Haas durante una corrida de toros en España, todas movidas, gracias a una baja velocidad de obturación, pero de una plasticidad sublime (ver más aquí aquí).
El problema es que como en la mayoría de las veces no sabremos cuál fue la intención del fotógrafo al realizar la captura, este relativismo puede conducirnos a dar todo por bueno o por malo. Lo cual puede complacer a muchos fotógrafos mediocres y desesperar a los genios de la imagen, ya que todo valdría lo mismo.
🎞️La intencionalidad
Yo, personalmente, empleo otro sistema para descartar o guardar y enseñar mis fotos. Es verdad que puedo estar equivocado y que lo que a mí me parecen buenas imágenes a los demás les resulten un bodrio, pero cuento con unos pasos objetivos que creo que pueden servir para editar, esto es seleccionar y valorar las fotos que tomamos.
Y todo gira en torno a la intencionalidad. En parte porque es precisamente este factor, el saber por qué hacemos una foto, lo que distingue a un buen fotógrafo del resto.
En general, cuando yo realizo un disparo con una de mis cámaras ya sé lo que quiero sacar en la imagen. De hecho, lo tengo tan pensado que he podido seleccionar qué tipo de cámara voy a necesitar y con qué lente.
Cuento con una imagen final bien previsualizada. Pero pongamos que es todo mucho más improvisado, más habitual entre quienes salen a hacer fotos, y que veo algo que me interesa y disparo.
Primero, ya “he visto” algo interesante para mí. Lo que sea, un pájaro, un paisaje con una luz que me gusta, una prenda de ropa en una persona, una estatua o un plato de comida.
Habida cuenta de la actual saturación de imágenes en las redes sociales, convendría preguntarse por qué es interesante esa imagen en cuestión, si lo que es interesante para mi tiene algún interés para los demás, y si, como artista, eso importa. Pero eso es una reflexión para otro momento.
Sea lo que sea tiene que quedar claro que eso y no otra cosa, una distracción, era el objeto de mi atención. Esto se puede lograr mediante muchas y variadas técnicas: el enfoque en ese punto; la incidencia de la luz y el juego de las sombras; la simplificación de los elementos en la imagen; el peso del sujeto en el conjunto; los colores; las líneas, formas, etc.
La clave reside en que donde yo he puesto el ojo al hacer el disparo, el espectador tiene que poner los suyos de manera natural y espontánea. Si el ojo del espectador se fija en otros elementos, por muy bien técnicamente que esté desarrollada mi imagen, he fracasado en la intencionalidad y, por tanto, no he logrado transmitir lo que quería. Y, por ende, esa foto no realiza su cometido. Y no es buena.
🎞️El mensaje
Toda imagen tiene un mensaje, a veces banal, a veces de denuncia social, a veces simplemente estético. Y la imagen fotográfica no se libra de esta condición. Es más, la fotografía tiene su lenguaje propio, que no es el de la pintura, el cine o los grafitis.
Por eso de la mano de la intencionalidad va también saber qué queríamos transmitir con nuestra fotografía.
👉Doy un ejemplo personal: una parte de mi obra se centra en la arquitectura contemporánea, pero yo veo estas grandes obras modernas y postmodernas como la construcción de enormes vacíos. Por eso, cuando quise sacar el interior del Oculus del arquitecto español Santiago Calatrava en Nueva York, normalmente repleto de gente, lo hice en medio de las restricciones de la pandemia del Covid, lo que me permitió obtener una serie de imágenes en donde apenas hay un par de guardas de seguridad paseándose en medio de la nada.
No siempre las circunstancias acompañan, aunque ahora puede que la Inteligencia Artificial nos pueda echar una mano, pero también esto es sujeto de otra reflexión.
Hay muchos fotógrafos que afirman que no quieren transmitir nada con sus fotos. Y lo respeto. El placer de fotografiar suele ser tan grande que el mero hecho de hacer fotos suele ser ya suficiente.
Pero eso no puede cegarnos al hecho de que todos quienes vean nuestras fotos van a leer algo en ellas, lo queramos o no. Si en verdad pretendemos transmitir algo, una idea, una sensación, un sentimiento, provocar, calmar, placer estético, y quien mira las imágenes no lo vive, esa foto tampoco ha sabido cumplir con nuestra intención. Y para mí, no cumple como buena.
Con todo, es verdad que una vez que la foto sale de nuestro ojo y pasa a ser consumida por otros, como cada uno lleva sus propias experiencias, valores, intenciones diferente a los demás, todo se complica. Lo nuestro pasa a ser de los otros.
Con todo, si mi foto no es capaz de transmitir lo que quiero, para mí no es una buena foto. Y que conste que muchas de mis fotos son “abiertas”, esto es que dejan al espectador que saque sus propias ideas o emociones. Pero eso también responde a una intencionalidad.
🎞️Las modas y la intemporalidad
Las modas en fotografía son inevitables. Pero contentarse con obtener fotos sólo de lo que está de moda o sacarlas como impera en el momento, es en gran parte desperdiciar nuestras oportunidades.
Un elemento con el que yo juzgo si una imagen mía es buena o no es su “intemporalidad”. Esto es, si su interés va a perdurar más allá de una temporada.
Que conste que yo hago fotos recurriendo al Pantone del año, pero entiendo que esas imágenes pertenecen al terreno de lo mundano y parte de nuestra experiencia y trabajo, pero aspiro a contar con algo más que una colección de bonitos colorines a lo largo de los años. Y que conste que esto no es una defensa a ultranza de lo “clásico”, porque evolucionar es ley de vida.
Pero si un toque de atención a que haya algo relevante que de coherencia a una buena parte de mi trabajo. Hay quien sólo dispara en blanco y negro; hay quien usa una misma paleta de colores; hay quien se centra en un mismo sujeto. Normalmente esto tiene mucho que ver con eso que definimos con el estilo personal.
🎞️Una buena foto
En resumen, una de mis fotos la considero buena si logra reflejar lo que vi en la escena o tenía en mente antes de hacerla; si su motivo resulta interesante, bien por su exclusividad bien por la creatividad; si está técnicamente bien resuelta, aunque siempre en relación a la intencionalidad y su mensaje; si transmite; y, ya la repera, si expresa de manera reconocible mi estilo personal.
No es cuestión de desesperar, sino de hacer fotos. Y cuando creamos que ya la tenemos, seguir haciéndolas. Y, luego, de ser disciplinados y separar lo que nos costó sacarlas del resultado obtenido. No sólo iremos progresivamente haciendo mejores fotos, sino que sabremos mucho mejor, más rápido y más sólidamente, cuáles son nuestras buenas fotos. Que es de lo que se trata.